Hace muchos, en un profundo bosque vivía en una casita una familia de Osos que la conformaba, el papá oso, la mamá osa, y el pequeño hijo oso. Un día, cuando estaban a punto de desayunar, ellos notaron que su leche estaba muy caliente, y en vez de esperar, decidieron ir a dar un paseo por el bosque hasta que enfríe.
Ese mismo día, una pequeña niña al que la llamaban Ricitos de Oro, recogía lindas flores e iba muy feliz saltando por el bosque, hasta que en su paseo, encontró una casita muy bonita. Sintiendo curiosidad, Ricitos se acercó a la casa y sintió un rico aroma de comidita que salía por la ventana. Tentada, ella entró a la casita y una vez dentro, encontró en la mesa tres jarritos con leche.
Ricitos de oro decidió probar el jarro grande, pero al hacerlo, estuvo muy caliente. Luego probó el jarro mediano pero también estaba caliente. Por último, Ricitos se acercó al jarro pequeñito que probando, estaba tibio y quedando maravillada, se tomó toda la leche.
Tras terminar, Ricitos de oro continuó curioseando la casa, y llegando a una salita, encontró tres sillas que decidió probar cada una de ellas. Al sentarse en la silla grande, se sintió incomoda y se alejó de ella. Luego probó la silla mediana y tampoco le gustó. Por último, Ricitos se sentó en la sillita pequeñita y le pareció perfecta y cómoda, pero la sillita no pudo soportar su peso y se rompió.
Ricitos de oro fue hacia una última habitación que encontró, y era un dormitorio con tres camitas. Como ella estaba cansadita, decidió acostarse en la cama grande, pero no le gustó; luego pasó a la camita mediana y tampoco le fue cómoda. Por último en la camita chiquita, y sintiéndose muy a gusto, de inmediato se durmió.
Pasado unas horas, Ricitos de oro seguía durmiendo, y en ese entonces, llegaron los tres Ositos a su casita. Cada uno de ellos, se llevó una gran sorpresa al notar que sus cosas no estaban como las habían dejado. Y sin demora, ellos dijeron:
"¡Alguien se ha sentado en mi sillón!" - Dijo en tono molesto el Papá Oso.
"Alguien también se sentó en el mío." - Dijo Mamá Osita con voz sorprendida.
"Y alguien, ha roto mi sillita." - Dijo el Bebé Osito con voz triste.
Los Ositos aún investigando su hogar, llegaron a la cocina y allí, ellos encontraron sus desayunos fuera de sitio:
"¡Alguien ha probado mi desayuno!" - Dijo incomodo el Papá Oso.
"Y parece también probaron el mío" - Dijo la Mamá Osita con voz suave.
"Y alguien, se ha comido mi desayuno." - Dijo Bebé Osito triste.
De pronto, el Bebé Osito se dirigió al dormitorio y allí, descubrió a su invitada.
"¡Papá, Mamá!, miren, ¡Hay una niña en mi cama!"
Tras ese grito de sorpresa, Ricitos de oro se despertó y al ver a los tres Osos delante de ella molestos, de un saltó, salió de la cama y corrió lo más rápido que pudo sus piecitos saliendo de la casa de los Osos para ir a su casita, dejando atrás incluso sus zapatitos.