En un lugar muy lejano llamado Hamelín, hubo una gran infestación de ratas por toda la ciudad. Estas, abarcaban casi todo en la ciudad devorando todo a su paso. El Alcalde presionado y preocupado por dicha situación, mandó a traer de todo para frenar a las ratas: trampas, gatos, ratoneras y demás, pero nada funcionaba más lo contrario, ellas se incrementaban más y más.
Un día, mientras los aldeanos debatían con su Alcalde sobre qué hacer contra las ratas, llegó un Flautista que escuchando su problema, prometió liberar al pueblo de las ratas a cambio de un buen pago por sus servicios.
El Alcalde y los aldeanos, cuestionaron un poco las palabras del Trovador, pero luego, aceptaron y decidieron pagarle mil monedas de Oro. El Flautista sin demora, se encaminó a la plaza del pueblo, y una vez ahí, sacó la flauta de su bolsillo y empezó a tocar una melodía suave y encantadora. A los pocos minutos, empezaron a salir cientos y cientos de ratas de todos los rincones de la ciudad, y acercándose al Flautista, empezaron a seguirlo recorriendo las calles de Hamelín.
Un día, mientras los aldeanos debatían con su Alcalde sobre qué hacer contra las ratas, llegó un Flautista que escuchando su problema, prometió liberar al pueblo de las ratas a cambio de un buen pago por sus servicios.
El Alcalde y los aldeanos, cuestionaron un poco las palabras del Trovador, pero luego, aceptaron y decidieron pagarle mil monedas de Oro. El Flautista sin demora, se encaminó a la plaza del pueblo, y una vez ahí, sacó la flauta de su bolsillo y empezó a tocar una melodía suave y encantadora. A los pocos minutos, empezaron a salir cientos y cientos de ratas de todos los rincones de la ciudad, y acercándose al Flautista, empezaron a seguirlo recorriendo las calles de Hamelín.
El Flautista continuó tocando su melodía caminando y caminando, y cuando ya estuvieron fuera del pueblo, se detuvo a orillas de un río. Las ratas que estaban maravilladas por la música, no detuvieron su caminata y cayeron al agua muriendo todas ahogadas. Cumplido su trabajo, el Flautista decidió regresar al Pueblo para cobrar su recompensa.
El Alcalde que vio todo lo sucedido, recibió al Trovador con sarcasmo y con carcajadas le dijo:
"Mil monedas es mucho por sólo un poco de música. Te daré a lo mucho cien monedas y eso será todo. Sino, lárgate."
"Eso no fue lo que me prometió señor." - Dijo indignado el Flautista - "Por esta ofensa, lo lamentarán."
Así, el Flautista salió del ayuntamiento y pronto empezó a tocar con gran fuerza su flauta. En esta ocasión, no atrajo ratas, sino niños grandes y chicos que salían de sus hogares siguiendo la encantadora melodía. Poco a poco, más y más niños salían sin poder ser detenidos por sus padres, y ya fuera de la ciudad, los niños desaparecieron junto al Flautista. Los adultos que se lamentaban su conducta, jamás volvieron a ver a sus hijos.