Hace mucho, varios animalitos vivían muy felices en compañía. En aquel grupito, estaba una Liebre que era muy orgullosa y vanidosa que siempre gustaba presumir lo veloz que era burlándose de sus demás amiguitos.
Un día, se encontró con la Tortuga y como era de esperar, se envaneció presumiendo su gran astucia y velocidad ante ella diciéndole:
Un día, se encontró con la Tortuga y como era de esperar, se envaneció presumiendo su gran astucia y velocidad ante ella diciéndole:
"Vaya, pero que lenta has de ser amiga Tortuga. Seguro que para llegar a tu casita, llegarás corriendo en varios días."
La Tortuga sin molestia ni enojo, respondió elocuentemente a la Liebre:
"Pues, ya que hablas de carreras, creo que yo puedo ganarte en una si es que aceptas."
"¡¡¡¿¿¿A mi???!!!!... ¡¡¿¿Tú a mi??!!... Pero que tontería" - Dijo en risas la Liebre.
"Entonces, acepta el reto, y veamos quien de nosotros ganará una carrera." - Dijo la Tortuga reafirmando confiada.
La Liebre en risas y creyendo ya una victoria asegurada, aceptó muy confiada.
Al día siguiente, los animales se reunieron para presenciar la carrera más rara y sorprendente jamás hecha. El señor Búho llamó a las participantes para señalarles el inicio y fin de la carrera. Una vez listas, el Búho dio grito de salida y ambas empezaron a correr.
La Liebre confiada en su gran destreza, dejó ventaja a la Tortuga sólo para hacer burla de ella debido a su lento correr. Y cuando ya se sació, corrió lo más que pudo pasando sin parar dejando muy atrás a la Tortuga.
Cuando llegó a la mitad de la carrera, la Liebre vio un hermoso prado verde que la relajó y segura que ya era una larga ventaja para ella, se echó a dormir antes de terminar la carrera. Por otro lado, la Tortuga continuaba su caminata muy tranquila fervientemente paso a paso, lento, pero seguro.
Al despertar la Liebre, miró a sus alrededores para ver donde iba su contrincante, pero su sorpresa fue colosal ya que la Tortuga estaba a escasos metros de la meta. De un salto, la Liebre empezó a correr lo más que pudo yendo a una velocidad sorprendente con todas sus fuerzas, pero su esfuerzo fue en vano ya que la Tortuga por fin había llegado y ganó la carrera.
Desde ese día, la Liebre aprendió una gran lección, y era no burlarse de los demás. Que su extrema confianza era una mala manera para lograr sus metas, y que nadie era mejor que otros.